22/04/2019
El cielo se cae a pedazos, rasgando nuestras camisas,
bajando lentamente,
acelerando en las curvas.
Y la sangre empieza a brotar a cántaros en el río de la gloria.
¡Yo te lo grito!, así como estoy,
desesperadamente abandonado.
Una punzada en mi pulgar destroza el amanecer con palabras de gloria.
El silencio del desconsuelo
y el triste cantar de los cañones a través de los siglos
retumban en nuestros oídos.
Y la sangre se oye, la sangre nos llama, destroza nuestros sentidos.
Ignórala, apágala, quémala,
aunque sepas que nunca podrás evadirla.
El peso de tanta muerte yace en nuestras espaldas
desde el día en que nacimos.
Tómala, llórala, persíguela, traiciónala.
No olvides que somos polvo y sangre
que corren por los bordes del paisaje
hasta posarse en nuestras lágrimas.
Somos sangre, y debemos gritarla.
Somos sangre, desgarrando nuestras cuerdas vocales.
Somos sangre, fluyendo en nuestros actos carnales.
Somos sangre, derramada.
Solo eso.
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